miércoles, 7 de octubre de 2020

LAS MEJORES 5 HISTORIAS DE TERROR QUE SE ESCRIBIERON EN LA 93 ¡FELICTACIONES CELESTE! HOY LEEMOS:

Despertar de un sueño y vivir en una pesadilla

Cuento escrito por Celeste Gómez

 

La familia Green seguía en la solitaria carretera camino a su nueva casa en las afueras de la región, eran las 2 pm y la pareja y su pequeño hijo llevaban viajando unas 3 horas, con un cielo estaba completamente gris

-      ¿Cuánto falta?

Era la novena vez en menos de 10 minutos que Simón preguntaba lo mismo.

El niño estaba muy inquieto, ya nada lo entretenía. Sin más remedio, entre suspiro y suspiro, apoyó la cabeza en la ventanilla derecha del auto, mientras miraba el desierto camino, sus ojos  se cerraron por cansancio y aburrimiento y Simón cayó en un profundo sueño.

-Simón, Simón, Simón… se escuchaba una voz ronca en lo profundo del bosque y a la par se escuchaba el arrastre de unas cadenas oxidadas. El viento hacía que las hojas del piso volaran sobre el niño. Simón quedó duro y muy asustado con la respiración acelerada, miró a todo su alrededor, pero la neblina no lo dejaba ver nada. En medio de la oscuridad sólo alumbraba la inmensa luna llena. Simón fijo su mirada en uno de los más grandes árboles de su alrededor, hasta que detrás de él se escuchó el ladrido de un perro. Su cuerpo parecía no reaccionar, corrió sin dirección, de lo agitado que estaba apenas podía respirar. Cuando por fin se frenó, y abrió los brazos y tomó una gran cantidad de aire en sus pulmones, pudo ver que a centímetros se encontraba un oscuro y sucio estanque cubierto de hojas, y cuando levantó la mirada, también vio una pequeña cabaña. Rodeó el estanque hasta llegar a la casa que se veía bastante deteriorada y al parecer, deshabitada.

Simón golpeó, pero al no salir nadie decidió entrar. Al cerrar la puerta se recostó sobre ella tratando de respirar mejor. Después de unos minutos caminó agarrándose de las paredes buscando la perilla de la luz hasta encontrarla en la pared de enfrente, tardó un poco en prender, pero lo hizo. No había nada más que un sillón y una mesita.

Simón se recostó un rato hasta quedarse dormido, había quedado agotado de tanto correr y tanto susto.

Cuando todo parecía en calma, el niño despertó exaltado por el fuerte viento que abrió las ventanas frente a él, haciendo volar las cortinas y tirando unos cuadros que estaban en la pared. Rápidamente se levantó y cerró.

Pero otra vez el pánico llegó a él, nuevamente se escuchaban las cadenas oxidadas fuera de la casa.

Le transpiraba todo el cuerpo, se le secó la garganta y estaba muy pálido.

De repente la luz empezó a prenderse y apagarse varias veces hasta que se apagó por completo, las ventanas volvieron a abrirse y el niño corrió hacia las escaleras. Subió rápidamente hasta entrar en una habitación, cerró la puerta, miró a su alrededor y justo enfrente de él vio un ventanal que daba al balcón. Los pasos que venían de la escalera eran cada vez más fuertes, Simón sin pensar se acercó a la ventana y se paró en el borde del lado de afuera de la baranda. La puerta se abrió de golpe. Apareció un hombre con túnica marrón, la cara tapada y cadena sujetas a sus pies. Estaba detrás de él, mirándolo.

Cuando Simón volteó a verlo, su rostro quedó sin color alguno, el corazón se le paralizó y cayó desvanecido al suelo dándose un fuerte golpe en la cabeza.

En ese mismo instante fue cuando Simón se despertó de ese terrorífico sueño. Estaba todo transpirado. Su primer movimiento fue refregarse los ojos para ver bien, al parecer el sueño le había dejado el efecto de neblina en sus ojos. Pero no era así, lo que veía era humo, otra vez volvió a restregarse los ojos sin entender nada.

 -Mamá- ¿Ya llegamos? Preguntó otra vez. Pero nadie le respondió.

- ¡Mamá!- dijo acercándose al asiento de adelante. Y ahí estaba su madre, con un gran corte en la cabeza y la cara llena de sangre. Simón abrió los ojos como plato, parecía no tener reacción y se le notaba el pánico absoluto en los ojos.

Volteó a ver a su padre, pero el señor Green estaba recostado sobre el volante y su brazo derecho estaba cubierto de sangre. El niño quedó shockeado al ver de esa manera a sus padres. Tenía la mirada perdida, casi ni pestañada.

A lo lejos por la carretera se escuchaban las sirenas acercarse al lugar.

Cuando la policía llegó, vieron que el auto se había estrellado contra un árbol seco al costado del camino. Se acercaron para ver por la ventanilla y ahí estaba Simón, parecía una estatua sentado mirando a la nada.

Él no tenía ninguna herida grave, sólo rasguños y un corte en la ceja. Cuando el oficial abrió la puerta para tomarlo, el asintió con la cabeza.

Caminaron de la mano hacia el patrullero para esperar a la ambulancia.

Simón se detuvo mirando el árbol y junto a él vio su fría mirada, en una túnica marrón y con cadenas totalmente oxidadas.

Al instante dejó caer una lágrima y levantó la mirada del suelo y cerró sus ojos...

 

Celeste Gómez, 5°1°

 

 

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