The village of ilutions?
Escrito por Morena Guzmán
19 de septiembre de 1988. Pueblo de Londerwer
"Día
de primavera, de los peores días; yendo a la otra punta del mapa ¿por qué? La única
información que pude obtener de parte de padre y madre fue -"necesitamos
un tiempo familiar"- que raro que a donde nos estamos dirigiendo es un
lugar desolado...
Ahg,
lo mejor sería no pensar en todo esto, profiero creerles y dejar todo como está.
Al ver por la ventana pude visualizar un cartel viejo y oxidado que dice: “Bienvenido
a Londerwer",
escribió Aaron en su libreta.
-Aaron
querido... podrías guardar tu libreta, ya estamos por llegar- Dijo la madre
mirando al querido Aaron.
Aaron
guardó todas sus cosas sin chistar, él era muy obediente cuando se trataba de
sus padres, pero una que otra vez se ha negado a escucharlos.
Al
terminar de guardar todo, Aaron se quedó inmerso en sus pensamientos, los que
vagaban por el paisaje. Un bello amanecer se podía observar en el cielo. Entre
todos los árboles que pasaban se podía ver uno apartado de los demás, uno
grande y retorcido. Aaron piensa que ese árbol debe de llevar mucho tiempo sin
cuidado.
A
él le encanta dibujar todas las cosas raras que ve, y ese viejo árbol le llamo
la atención de una forma rara.
Al
llegar al final del recorrido, Aaron bajó todas las cosas del auto y con una
mirada suplicante le pidió a su hermana que lo ayude. Para su desgracia ella le
dirigió una sonrisa y se fue donde se encontraba su padre.
-Pa,
¿cómo es que logramos quedarnos en esta casa? Nunca hemos venido antes-
-Pequeña,
esta es la casa de mi infancia, es muy antigua, pero es un buen lugar- dijo el
padre con una pequeña sonrisa
-Hijo
pasame la maleta de la izquierda. Aaron y su padre, Evelio, llevaron las
maletas dentro de la gran casa.
Dentro
todo parecía diferente al exterior, tenía un toque antiguo, lo que le daba a
Aaron una especie de escalofrío; no supo por qué, pero fue como viajar al
pasado tan solo entrando por la puerta.
Al
dejar todas las maletas adentro Elizabeth y Aaron se dirigieron a sus
respectivas habitaciones.
La
habitación de la niña era muy espaciosa, esa era la habitación de su abuela, la
cual utilizaba para coser... No era muy buena, pero igual se dedicaba a ello.
La
habitación de Aaron era igual de espaciosa que la anterior y era la antigua habitación
de su padre. Al terminar de acomodarse, Aaron sacó algunas hojas de papel,
varios lápices y una goma.
A
Aaron le encantaba plasmar todo lo que pensaba y soñaba en sus dibujos. Evelio
le decía que tenía un gran talento y que era un don extraordinario. No muchos
pueden llegar hasta donde él está a su edad.
Empezó
a dibujar el árbol que vio minutos antes, no era demasiado, pero al él le fascinó.
Fue como si supiera algo de ese árbol, aunque solo lo hubiera visto una vez.
El
segundo dibujo fue un callejón, con lo que parecía una trampilla, esto le
pareció muy extraño e interesante, pero lo dejo pasar. Siempre dibuja cosas así,
es como si supiera de lugares o cosas que nunca vio en su vida.
El
último dibujo lo sorprendió de verdad. Él no era de dibujar ese tipo de cosas.
Desde que tiene memoria todos los dibujos son paisajes o personas, pero este
era diferente. Éste tenía una sombra verdosa mirando a un punto fijo, como si
estuviera triste y enojado a la vez, mientras que, al lado, hay otra sombra,
completamente negra, parada detrás, con unos escalofriantes ojos morados.
Al
terminar de dibujar el fondo, pudo ver que estaban en un lugar solitario y con
muros a su alrededor; muros de piedra. Parecía estar todo realmente viejo.
"solo es algo que salió de mi cabeza y ya"- se dijo para sí mismo.
Realizar
estos 3 dibujos le habían quitado casi todo el día, así que Aaron guardó todas
sus cosas en la pequeña mochila que estaba al borde de la cama y esperó a que
el día pasara. Así que se dispuso a dormir un rato.
Una hora después
Aaron
se levantó de golpe a escuchar que su hermana gritó en el oído:
-LEVANTATE
VAGO, ES HORA DE COMER!!!
-Desde
ahora, quiero que sepas que no voy a poder escuchar más, me rompiste los tímpanos-
dijo Aaron con cara triste, obviamente actuada.
-Ay
vamos! no seas una nena, solo fue un pequeño gritito. Ni que fuera la gran cosa-
Al
oír las palabras de su hermana, Aaron resopló y giró los ojos dando un pequeño
salto para salir de la cama.
Ambos
se dirigieron a la cocina, donde los padres les esperaban para comer.
Todo
transcurrió con normalidad, hablaron de su nueva escuela, del tiempo libre que
iban a tener todos y de cosas sin ninguna importancia.
Ya
cuando todos terminaron de comer, levantaron la mesa y estuvieron un rato en
familia. Y a la hora de acostarse todos fueron a sus respectivas habitaciones.
Aaron
se acostó y pudo reconciliar el sueño rápidamente.
19 de septiembre. Medianoche
Aaron
se levantó de golpe al escuchar algo caer. El sonido provino del armario de su
cuarto. Comenzó a levantarse para ir hasta él, pero se paró en seco y pensó:
“no seas idiota, controlate y no entres en pánico,
esto es lo que pasa en toda historia de terror, seguramente, sea sólo mi imaginación,
si eso, seguro es sólo eso”
Aunque
se decía eso, ni el mismo se creía. Tan solo volvió a la cama y se quedó con
una linterna prendida. Agarro su mochila, que estaba en el mismo lugar y saco
una libreta de dibujo y un libro cualquiera.
Se
entretuvo un rato dibujando a personas que había cruzado en el camino a
Londerwer. A al cabo de unas horas, ya no podía mantener los ojos abiertos y se
quedó dormido cuando estaba amaneciendo.
20 de septiembre. 12:00pm
Al
despertar, Aaron se dio cuenta que su madre estaba en la habitación Ella le
dijo: -Hijo ya se está haciendo tarde, por favor, apurate cariño- Él solo
asintió con la cabeza y salió de la cama.
Se
acerco a la maleta que estaba en la puerta de su armario y sacó una ropa
simple. Una remera negra y un buzo naranja encima, con jeans azules, Odría
decirse que un atuendo normal.
Al
verse en un espejo, se percató que tenía unas profundas ojeras de muerte bajo
sus preciosos ojos color canela; intentó esconderlas lo mejor posible con su
flequillo. Ese negro más intenso que la noche misma intentaba esconder unas
ojeras de muerte y de paso esconder esos ojos.
Al
terminar con su apariencia, vio el armario y lo abrió. No había nada, sólo un
pequeño peluche, seguramente de cuando su padre era pequeño. Se acercó y lo
agarró con las dos manos, lo sostuvo un rato pensando que ese peluche es lo único
que él sabe de la infancia de su padre. Luego lo dejarlo otra vez en su lugar,
bajó a desayunar algo.
Al terminar de desayunar se fue a la escuela junto a su hermana.
Al
llegar, les informaron sobre sus salones. Antes de comenzar las clases,
Elizabeth ya había empezado a hablar con un par de chicas. Aaron, en cambio no
hablo con nadie.
Él era demasiado tímido como para acercarse a
alguien y menos comenzar una conversación. Sólo se quedó parado, contra una
pared, esperando a que las clases empezaran. Desde ese lugar, pudo ver a un
chico en su misma situación, el que, al sentir la mirada de Aaron levantó la
vista y lo vio. Ninguno de los dos hizo nada, ninguno se acercó y ninguno
hablo, lo único que hicieron fue apartar la mirada y ya.
Al
cabo de unos segundos, la campana suena y todos comienzan a ir a sus
respectivas clases. Aaron eligió asiento vacío de la izquierda, casi al fondo.
Nadie
dijo nada acerca del nuevo estudiante, hasta el momento que entró el profesor y
todos se levantaron de su asiento y dijeron al unísono: “Buenos días profesor”.
Luego de eso todos volvieron a sentarse.
-Hoy
tenemos un alumno nuevo, ¿quisieras levantarte y presentarte?- dijo, mirando a
Aaron con una sonrisa
Aaron
se levantó y dijo para toda la clase: -Mi nombre es Aaron Pharlek, encantado de
conocerlos-
Al
decir su apellido, el profesor lo miró estupefacto y se le borró la sonrisa de
un segundo para el otro.
-¿Has
dicho Pharlek? - dijo más para sí mismo, más que para Aaron
-Sí,
¿por qué lo pregunta?- Dijo Aaron, un tanto confundido
-¿Conoces
a... tus abuelos?-
Aaron se quedó mirándolo. Nunca lo había
pensado, pero nunca le habían hablado de sus abuelos. Él no dijo nada y solo
negó con la cabeza.
Nadie
habló, nadie preguntó nada. No se emitió ni un sonido. Aaron simplemente, se volvió a sentar y la
clase siguió, pero podía sentirse una pequeña tensión en el aire.
Al empezar el receso.
Aaron
se quedó otra vez solo. Algunos pasaban cerca de él susurrando cosas que no
llegaba a oír.
Aaron
suspiró y sintió que estaba sufriendo una derrota, aunque no entendía muy bien
lo que estaba pasando, ni el por qué, de esa pregunta sobre sus abuelos. Lanzó
otro suspiro. Ya no quería pensar en eso. Mientras Aaron vagaba en sus
pensamientos, un pequeño grupo de chicos se habían acercado a él.
-
¿hola?- Preguntó el que estaba adelante de todos
Aaron
levantó la vista y cuando lo hizo vio a un chico de tez completamente blanca,
con unos ojos de color esmeralda, preciosos y un color azulado tirando al negro
que baña su cabello.
-¿Hola?-
Dijo Aaron confundido.
-Un
gusto, mi nombre es Jae y ellos son André- y señaló a un chico que estaba detrás
de él. André era un chico moreno de ojos avellana y cabello negro casi tanto
como el de Aaron - Y John, mi hermano- Señaló al otro chico que los acompañaba,
éste tenía los ojos de un azul oscuro y el cabello de un amarillo reluciente.
-Mi
nombre es Aaron, el gusto es mío- Dijo con una pequeña sonrisa.
Luego
de un rato, empezaron a hablar más, Aaron empezó a tomar confianza en ellos,
pero no del todo. Él sabía que algo no iba bien; después de decir que era un
Pharlek, todos en su clase le miraron raro "todos saben algo de mi familia
de lo que yo no sé, ¿pero qué?" se preguntó.
Al
terminar las clases él y su hermana se dirigieron a su “nuevo hogar". Aaron
tenía muchas cosas en mente, así que sólo saludó a sus padres, agarró algo para
comer y fue directo a su habitación.
Sacó
sus cosas para dibujar, y se dispuso a terminar el dibujo del viejo árbol; pero
esta vez más de cerca y con una persona metiéndose en sus raíces. Se le hacía
familiar, pero no pudo distinguir quien era. Sabía que tenía que seguir
dibujando así que decidió seguir.
El
otro dibujo representaba una pared "¿Una pared?", pensó, pero siguió dibujando.
En una de las esquinas de esa pared dibujó una especie de escritorio viejo, pero
no termino ahí, en el dibujo, remarcó una especie de piedras que sobresalían. "okeey...".
Al
terminar de dibujar, agarró otra hoja. En ésta, dibujó algo así como un pasadizo
con tuberías por doquier. Y ya no quiso dibujar más.
"esto
es... raro…"
Se
fijó en el segundo dibujo y en las cosas que había encima del escritorio, le
parecía familiar. Era... "¡¡¡oh por el amor al Santo Cristobal!!!"
eran los documentos en los que Evelio trabajaba antes de venir a Londerwer.
Aaron
sabía que todos los dibujos que había hecho al llegar a Londerwer estaban
conectados. ¿cómo? ni él sabe con certeza, pero puede sentirlo. Y no sólo eso,
sino que también siente curiosidad y peligro, mucho peligro. Pero no le importó, ésto de alguna forma lo
involucraba a él y a su familia.
-Aaron querido bajá, la cena está lista- Se pudo escuchar a la madre desde la cocina.
Aaron
bajó y se quedó con ellos.
-¿Cómo
les fue en la escuela?- preguntó Evelio mirando a los dos niños en la mesa.
-Bien
pa, eh conseguido hacer muchas amigas- dijo Elizabeth con una gigantesca sonrisa
en su rostro.
-¡Qué
bien pequeña!- le dijo mientras que sonreía.
-Aaron,
¿y vos?-
-Bien,
tres chicos se me acercaron a hablar y nos caímos bien. Pero en clase, al
presentarme y decir nuestro apellido, el maestro actuó de manera extraña. Y
creo que sabe más de nuestra familia que nosotros dos- Dijo Aaron refiriéndose
a su hermana y a él.
Evelio
lo miró y no dijo nada por unos segundos. -Seguro que no querido, sólo le habrá
sonado familiar el apellido, recuerda que nuestra familia también fue a
estudiar ahí antes que tú.
Aaron
sabía que ocultaban algo, la clase entera actuó de manera muy rara. Pero nadie
volvió a tocar el tema en toda la noche.
Aaron se dirigió a su habitación y saco una sola hoja, esperaba que eso le diera alguna respuesta.
Empezó
a dibujar y al terminar, observó lo que había hecho. Era el armario, pero se veía
diferente. Ya no tenía tapizado y sólo había unas pocas prendas de vestir, muy
antiguas. Pero lo que más resaltaba era un pequeño hueco que se encontraba en
una esquina, atrás de todo.
Aaron
se acercó al armario y lo abrió. Pudo percatarse que el peluche que había visto
antes, estaba justo en el lugar, que en su dibujo, estaba el hueco. Aaron sabía
que él no había puesto el peluche ahí, y eso le hizo sentir un pequeño
escalofrío en la espalda y solamente lo apartó de ahí. Luego, agarró el papel
tapiz que estaba cubriendo el hueco y lo sacó. Ahí estaba, el hueco de su
dibujo.
Salió
del armario, agarró la mochila, sacó varias cosas y dejó unas hojas y algunos lápices,
luego metió una botella de agua sin abrir que estaba en su mesa de noche.
Al
entrar de nuevo al armario, el peluche se encontraba otra vez junto al hueco.
Aaron se sorprendió, pero en lugar de apartarlo, lo agarró.
-Debo
estar loco, pero igualmente te voy a llevar, siento que tienes algo que ver con
todo esto... ¡Por el amor a dios!, estoy más que loco- se dijo y metió al
peluche en su mochila.
Se
agachó y entró al hueco como pudo. Era un tipo de pasadizo realmente largo.
Al
cabo de unos minutos de estar ahí, logró salir del hueco y al fin pudo pararse.
Aaron
vio a su alrededor, había un montón de tuberías oxidadas. Encontró un par de encrucijadas,
eligió una y empezó a andar, sin saber hacia dónde iba. Luego de caminar un
rato, encontró con una salida Una especie de escotilla en el "techo".
Al
abrirla pudo ver que estaba en alguna parte del bosque. Salió y cerró nuevamente la escotilla, era
ovio que alguien la usaba antes, pero no sabía si las seguían usando. Aaron no sabía
para dónde ir, tan sólo estaba caminando sin rumbo, pero tratando de no olvidar
donde quedaba la escotilla ya que esa, podía ser su única salida.
Estuvo
caminando y buscando algún indicio de porque había una escotilla allí, en medio
del bosque, pero no vio nada. Justo cuando pensaba rendirse, la vio. Una
estructura a lo lejos. Y continuó caminando hasta que llego allí.
Era
un tipo de torre, una gran torre. Intentó entrar, pero había un candado. Intentó
abrirlo, de todas las formas posibles, pero no ubo caso. Al darse la vuelta vio
al peluche fuera de su mochila, justo en el piso.
"¿Pero
qué mierda?", pensó. Lo agarró, y cuando lo alzó, pudo ver que debajo de él,
había una llave. Puso el peluche en la mochila, agarró la lleve, Se acercó hasta
la puerta nuevamente e intentó abrirla. La llave encajaba, pero el candado
estaba realmente oxidado, tanto como la llave y eso dificultaba la cosa. Intentó
por un buen rato hasta que, podría decirse que por un milagro, pudo abrirlo.
Todo
esto ya lo tenía muy preocupado, pero ya había llegado muy lejos, no iba a dar
marcha atrás. Entró y al caminar unos pasos hacia el interior, la puerta se
cerró de golpe. Aaron corrió hasta ella e intentó abrirla, pero fue inútil. Fue
como si alguien hubiese puesto el candado nuevamente.
Realmente,
estaba temblando del miedo, pero igualmente siguió adelante. Había un par de
puertas y unas escaleras que llevaban hacia lo alto de la torre y otras que iban
hacia abajo.
Él
pensó que la mejor idea sería subir y revisar todo allí arriba para después ir bajando.
Todavía le quedaba tiempo antes que amaneciera.
Mientras
subía por la escalera, comenzó a pensar en todo lo que había pasado, todo lo
que estaba viviendo. Es como si fuera una película. Y, aunque ha llegado bastante
lejos, todavía no podía resolver tanto misterio. Y lo más importante, aún falta
saber qué tiene que ver su familia en todo esto y quién es esa persona que vio dibujada
en las raíces del árbol.
Al
llegar al punto más alto, vio que había una sola puerta.
La
abrió y entro. Pudo observar que había un montón de papeles en todos lados; y
tubos de ensayo y otros elementos de química, tanto en el piso como sobre una mesa.
También había libros de ciencia antigua, y de... ¿cosas paranormales? -"¿que son todas estas cosas?"-
Recogió
un par de papeles que estaban en el piso, en ellos decía: “Estancia moderada,
hay que salir de aquí”; “el segundo individuo a produjo daños mayores en toda
el área”, “el primer individuo se niega a revelarse” Y cosas que ya no se
podían leer por la suciedad y el deterioro de los papeles.
Ahí
no había nada que le diera alguna pista. Salió y se dirigió a las puertas que
vio en un principio. La primera puerta era un tipo de librería llena de polvo y
telarañas. La segunda era una habitación vacía, sin nada dentro, y las últimas
dos eran iguales, parecían tener una cama cada una y una especie de
"baño".
Solo
le quedaba ir hacia abajo.
Al
bajar, encontró una puerta realmente grande por la que no se podía acceder. Era
prácticamente, imposible.
Sacó
al peluche de su mochila y le dijo: -S que me entiendes, me ayudaste a entrar
ahora ayudame a salir- Esperó un rato, pero no pasó nada.
-Realmente
estoy loco, por el amor al Santo Cristobal, esto es una locura y una pesadilla
al mismo tiempo-
Fue
a la parte más alta de la torre y sacó un par de hojas y un lápiz. "por favor,
que esto funcione" pensó y comenzó a dibujar lo que sea que su mano quisiera.
Al
terminar el dibujo lo vio. Era el interior de la segunda puerta, la que se
encontraba vacía, pero, al mirar bien en los detalles, vio algo así como si el
piso hubiera sido removido. Quería seguir dibujando, pero se negó y fue hasta
la segunda puerta.
Al
entrar a esa habitación vacía, se fijó el lugar donde estaba el piso removido,
pero éste, estaba completamente sellado. Comenzó a pisar y saltar, una y otra
vez hasta que, por fin, cedió y el suelo colapsó bajo sus pies. Aaron se cayó,
golpeando y raspando sus piernas y la mayor parte del brazo derecho.
Al
recuperarse un poco, se paró y vio que solo había un camino. Pero éste no era
como el del bosque, éste estaba más elaborado y no se notaba que alguien lo
haya usado recientemente.
Cuando
llegó al final, vio que había una cerradura con varios candados. "¿Que habrá
allí dentro? Hasta parece más difícil entrar aquí que en la otra puerta",
eso pensaba mientras volvía a dibujar. Esta vez, dibujó al peluche, pero no era
lo único, también hizo una marca en él, como si estuviera marcando un sitio o algo
adentro. Sacó al muñeco y lo abrió. Justo ahí estaban las llaves de la puerta.
Al
abrirla era la misma habitación en las que estaban las sombras de su dibujo. Entró
y no vio nada raro, pero igual, tuvo un mal presentimiento. La sensación de que
alguien lo estaba observando. Al adentrarse más en la sala, vio sólo paredes.
Muros. Nada más.
-Pharlek,
no eres tan diferente a tus abuelos por lo que veo, tienes el mismo espíritu
curioso que ellos- Dijo una voz, pero él no vio a nadie
-Oh
perdona, mejor me muestro querido, ¡soy 6!¡ç=7&?, pero dime Glich- dijo
mientras que alguien, o mejor dicho algo, apareció en el centro de la habitación.
Era una especie de sombra negra con ojos color morado, realmente hipnotizante. Le hacía honor al nombre. En realidad, parecía,
en su apariencia, como una falla de un juego de terror.
Aaron
se quedó congelado, no se podía. Desconocía la causa, pero eso suele suceder
cuando uno siente mucho miedo. Tal vez fuera eso, ¿quién sabe?
-Aaron,
Aaron, Aaron. Hubiese sido mejor para ti que no te hubieses metido en todo esto.
Querer saber toda la verdad, a veces no es lo mejor ni lo más aconsejable
querido- dijo con una pequeña sonrisa.
Aaron
miró a su alrededor
-¿Por
qué mirás a todos lados niño?- dijo Glich
-
Y... ¿La sombra verde?- Dijo Aaron por lo bajo, como si hablara para sí mismo.
-Ah!,
¿así que eres hasta más talentoso que tus abuelos? ¡eres sorprendente niño!,
pero no te puedo decir querido-.
Aaron
se quedó callado, sin saber qué hacer que o qué decir.
-Por
desgracia para ti, odio a los niños. Pero como eres tan talentoso, te voy a dar
un poco de ventaja para que corras- Aaron estaba confundido - la puerta de la
entrada está abierta ahora, será mejor que empieces a correr-
Aaron
seguía sin poder moverse. Cuando por fin entendió lo que estaba pasando, Glich
ya se acercaba con un cuchillo en las manos. Aún así, pudo retroceder mientras
su corazón latía sin parar.
-Creo
que es demasiado tarde para ti, Aaron- dijo Glich, acercándose a él, con claras
intenciones de matarlo.
Justo
antes, en el instante previo, la sombra verde apareció, interponiéndose entre
ambos
-¡Corre
niño!- dijo ésta. Aaron lo escuchó y sabía que no era buena idea quedarse. Dio
media vuelta y empezó a correr.
Al
salir de la habitación, Aaron salió del hueco en el piso que había roto y se
dirigió a la puerta principal. Al salir de ese sitio, se adentró nuevamente en
el bosque. Por suerte, recordaba dónde estaba la escotilla, aunque, no
recordaba los caminos que debía recorrer para llegar a su casa.
Al
estar enfrente a escotilla, escuchó a la voz de Glich llamándolo. Abrió lo más
rápido que pudo y se introdujo. Una vez adentro, comenzó a correr entre todas
esas encrucijadas.
Llegó
hasta el final de una, intentó salir de allí cuando vio dónde la había llevado
ese recorrido. Era el viejo árbol retorcido, acababa de salir de entre sus raíces
-Aaron
querido, no puedes correr por siempre- dijo Glich, casi alcanzándole.
Sentía
pánico. Empezó a correr nuevamente, pero
ni a dos segundos, se encontró cara a cara con Jae.
-Jae,
por el amor a dios, corre!!!- gritó Aaron, casi exhausto.
Jae
lo miró desconcertado. -¿Cómo sabes de los pasadizos? Dijiste que no conocías a
tus abuelos.- dijo Jae, mirándole directamente a los ojos.
-Claro
que no los conozco, ¿por qué dices eso?
-Tus
abuelos eran los únicos que conocían estos pasadizos-
-Eso
ahora no importa mucho, lo que importa es que debemos correr- y agarrando la
mano de Jae retomó la huida.
Aaron
estaba corriendo mientras que arrastraba a Jae con él. Éste no entendía lo que
estaba sucediendo, pero Aaron le parecía realmente asustado.
Los
niños llegaron a la casa que Aaron compartía con su familia. El dueño de casa abrió
la puerta tan despacio como pudo. Subieron a su habitación y al llegar allí, Aaron
cerró el armario y movió todo tipo de cosas para tapar sus puertas.
-Aaron,
dime que está pasando- Jae estaba muy serio.
-Jae,
si te lo dijera me creerías loco- dijo Aaron sentándose en la cama con las
manos en la cabeza.
-Puede
que sí, pero será mejor que me lo digas.
Aaron
intentó explicarle todo, con todo tipo de detalles. Jae lo miraba serio, Aaron
no sabía muy bien cómo responder a la indiferencia que Jae estaba mostrando, no
habló una sola palabra, sólo se quedó
con una cara muy seria hasta que Aaron terminó de hablar.
-Te
creo, no es la primera vez que pasa- Aaron le miró estupefacto- Te voy a contar
algo que pasó años atrás. Hace mucho tiempo, antes que nosotros dos naciéramos,
alguien mató a más de veinte niños en este pueblo. Tus abuelos se metieron en
ese lío, lograron atrapar al hombre, pero las cosas con acabaron ahí. Luego de
que lo atraparan, tus abuelos no se mostraban mucho, se mantenían alejados de
todo y todos.
Un
día, mi padre pudo ver que ellos salían de esos pasadizos, días después,
decidió seguirlos y así descubrir la gran torre, esa que me describiste
anteriormente. Él los siguió por varios días, así fue que descubrió su secreto.
Ese tal Glich, es una especie de falla.
Lo cierto es que nunca quiso hablar, pero tus abuelos sostenían que este
ser era el resultado fallido de ciertos dioses.
Mi
padre escribió todo lo que escuchó a modo de registro. Él, murió por causas
desconocidas, siempre pienso que que quizá, esta tenga relación con su muerte…
Yo
heredé sus cosas. Cuando leí todo esto en sus escritos, decidí averiguar y
empecé a fijarme en los pasadizos.
Aaron
no sabía que decir, hasta que escuchó la voz de Glich llamándole nuevamente
Aaron
miró a Jae, se dio cuenta que él no lo pudiera escuchar.
-Jae...
él está cerca, lo escucho- Dijo Aaron asustado
Jae
lo miró desconfiado, él no había escuchado nada, pero igualmente le creyó.
Ya
estaba por amanecer y los dos estaban muy asustados, especialmente Aaron, que había
visto la cara. Jae lo miró y tomando su mano, le dijo -todo estará bien-
En
ese instante, Aaron recordó el dibujo de la pared.
-Jae,
ven, confía en mi- agarró fuerte la mano de su amigo y lo arrastró hasta el sótano
de la casa donde estaba la oficina de Evelio.
Una
vez allí, se acercó a la pared y sacó su mochila. Vio las piedras que marcó. Las
tocó una a una. No pasó nada. Era un trabajo complejo, había que tratar de
sacarlas. Costó, pero una a una, salieron todas ellas. Encontraron lo que
buscaban, detrás de las piedras, había un nuevo pasadizo.
Volvió
a tomar la mano a Jae y lo arrastró nuevamente. Había varias encrucijadas, pero
una de ellas se le hizo familiar. Era la de su dibujo. Los niños corrieron por ahí para terminar saliendo
en un callejón, el mismo callejón que dibujó la segunda vez.
-Mi
casa está cerca- dijo Jae, y esta vez fue él quien arrastró a Aaron.
Al
llegar, esperaron al amanecer, ninguno de los dos pensaba en poder a dormir,
aunque ambos quisieran. Pasaron varias horas y no sucedió nada.
Aaron
sacó una hoja y comenzó a dibujar.
Jae
le miró -¿Qué haces? ¿Acaso no ves que estamos en peligro?-
-Claro
y por eso dibujo, desde que llegué a este pueblo, hice estos dibujos- Sacó
todos los dibujos que tenía en su mochila -me sacaron de varios aprietos, menos
éste- y señaló el del peluche.
Jae
miro todos los dibujos, pero no dijo nada...
Al
pasar unos minutos, Aaron terminó de dibujar.
Miró lo que había hecho, eran dos dibujos. Podría decirse que eran caminos
alternos. Dos posibilidades en una hoja estaba dividida.
En
el lado izquierdo, ambos estaban muertos mientras que Glich los miraba. En el
lado derecho estaban ellos con la sombra verde dándole cara a Glich.
Sólo
ellos podían decidir su destino.
Fin
creado por: Morena Guzman 2da 2da
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